Vista del paisaje típico de la Cordillera con formaciones de matorral en las zonas superiores.
Comenzaré por la que es sin duda la especie estrella, la liebre de piornal (Lepus castroviejoi). Como bien indica su nombre, este lagomorfo utiliza zonas de piornal (aunque por supuesto también brezal, escobal e incluso bosques) para desarrollar su ciclo vital. Esta liebre se alimenta de vegetales de diferente tipo en las zonas aledañas a los matorrales y también dentro de la propia mata, ya que fijándonos observaremos que la parte inferior de un piornal tiene el aspecto de un campo verde lleno de nutrientes para un herbívoro de este tipo. También gusta de mordisquear de vez en cuando las cortezas de las plantas que le sirven como refugio, sobre todo en las épocas más difíciles cuando la nieve hace imposible acceder a otro tipo de alimento.
Liebre de piornal (Lepus castroviejoi) campeando al amanecer junto a un piornal cantábrico.
Liebre de piornal (Lepus castroviejoi).
Aunque ya dediqué una entrada en el blog hace tiempo a la especie, creo que merece la pena recordar algo sobre la misma. Esta especie fue descrita hace relativamente poco (1977) por Palacios y recibe su nombre científico en honor al biólogo gallego Javier Castroviejo. El ejemplar a partir del cual se describió la especie fue una liebre del puerto de Ventana, límite entre León y Asturias. Las principales características morfológicas de la especie incluyen un tamaño intermedio entre la liebre ibérica (Lepus granatensis) y la liebre europea (Lepus europaeus), unas orejas relativamente cortas en comparación con las demas liebres, un contraste definido entre dorso y vientre y un diseño facial peculiar con una marca blanca que va del ojo al hocico y rodeando la mejilla. Además el color blanco no asciende por la parte posterior de las patas, cosa que si sucede en la liebre ibérica.
Vista frontal de una liebre de piornal (Lepus castroviejoi) donde se aprecia la marca blanca que va de cada ojo al hocico.
Vista lateral de una liebre de piornal (Lepus castroviejoi) donde se aprecian las características mencionadas.
El pasado mes de Agosto, una pareja de liebres de piornal se alimentaban en un campo junto a un denso piornal al amanecer. Como comenté en la entrada anterior, la estructura que realmente beneficia a la gran mayoría de especies propias de los matorrales es aquella que intercala zonas abiertas con lugares de refugio, es decir, una estructura en mosaico. En verano las gramíneas tenían un tamaño considerable y las liebres se alimentaban de las espigas de las mismas, separándolas del tallo con gran pericia.
Pareja de liebres de piornal (Lepus castroviejoi) comiendo en el límite de un piornal.
Libre de piornal (Lepus castroviejoi) alimentándose de gramíneas en un amanecer estival.
Personalmente considero que una especie como la liebre de piornal, con una ubicación única en el mundo (la Cordillera Cantábrica), que no es continua en toda su distribución (a pesar de que sea abundante puntualmente) y con un declive en sus poblaciones no debería cazarse, al menos así lo recomienda la IUCN, que aconseja un estatus de Vulnerable para la especie (hemos de recordar que la IUCN sólo recomienda estatus de conservación en función a una serie de estudios científico-técnicos, sin embargo y lamentablemente carecen de peso legal). Sin embargo, aún se caza la especie en la gran mayoría de su territorio de distribución de forma legal y estoy seguro que de forma ilegal en aquellas zonas donde está prohibida su caza. Me aventuro a decir que si esta liebre apareciese en una tierra donde osos y urogallos no fuesen las estrellas gozaría de otro grado de protección, sobre todo si hablásemos de una zona fuera de las fronteras de nuestro país.
Liebre de piornal (Lepus castroviejoi) entre la alta vegetación típica de mediados de verano.
No es difícil desencamar una liebre de piornal cuando los senderos por los que caminamos atraviesan el hábitat típico de la especie, sin embargo, la presión cinegética a la que están sometidas en ciertas zonas hace difícil el observarlas con tranquilidad desarrollando algún tipo de comportamiento curioso. Ambas liebres se alimentaron durante una hora aproximadamente y de vez en cuando se perseguían unos metros para posteriormente seguir alimentándose. Las liebres de piornal pueden servir de alimento a multitud de especies como lobos o águilas reales y es por ello que no han de bajar la guardia. Un detalle curioso es que si observamos una liebre de espaldas, veremos que los ojos sobresalen por los laterales, haciendo que el campo visual cubierto por los animales sea mucho mayor y puedan reaccionar con mayor rapidez ante cualquier peligro.
Vista posterior de una liebre de piornal (Lepus castroviejoi) donde se aprecia la posición de los ojos.
Tras llenar sus estómagos las liebres se dirigieron a un talud arenoso, con abundante tierra suelta, para revolcarse y desparasitarse. Jamás había observado este comportamiento en liebres de piornal ni tenía constancia del mismo. Las liebres se tumbaban en la bañera de tierra y giraban para restregar tanto su parte ventral como el lomo. Utilizando sus patas delanteras cavaban en el talud para acondicionar su zona de baño. Posteriormente se sentaban y acicalaban diferentes partes del cuerpo desde las patas a la parte posterior de las orejas. Tras la sesión de limpieza, ambos ejemplares desaparecieron entre la espesura del matorral para soportar las horas más calurosas del día. La abundancia de bañeras en el pequeño talud mostraban que era una zona utilizada de forma habitual.
Liebre de piornal (Lepus castroviejoi) dándose un baño de tierra.
Liebre de piornal (Lepus castroviejoi) acicalándose tras el baño de tierra.
Momentos así en los que las especies muestran su comportamiento habitual hacen que merezca la pena cada segundo en el campo. La liebre de piornal es una especie no conocida por todo el mundo y de la que existen pocos estudios teniendo en cuenta la importancia que supone el contar con una especie única en el mundo en nuestras montañas y que utiliza los matorrales como morada. Realizando esperas en divsersas zonas querenciosas para la especie, un día un ejemplar salió a alimentarse al atardecer en un entorno inigualable y es que los piornos estaban en flor. La distancia era elevada pero la observación fue mágica ya que intenté captar al animal en su ambiente, el cual no podía ser mejor.
Liebre de piornal (Lepus castroviejoi) campeando entre los piornos en flor de la Cordillera Cantábrica.
Además de la liebre son relativamente abundantes los herbívoros cantábricos en este tipo de formaciones vegetales. Desde los pequeños y mágicos corzos, hasta los imponentes ciervos hallan en los matorrales de la Cordillera un refugio tranquilo y seguro durante el día. Los que campeáis habitualmente por estas montañas estaréis familiarizados con la escena de un corzo saliendo cerca de nuestra posición alertado por nuestra presencia y alejándose dando llamativos saltos mientras sus escudos anales, de un color blanco impoluto, destacan para avisar a los demás ejemplares del peligro presente.
Hembra de corzo (Capreolus capreolus) asomando entre las escobas.
Las poblaciones de corzo han disminuido de forma notable en los últimos años. Una mosca parásita (Cephenemyia stimulator) cuyas larvas crecen en la faringe de los corzos dificultando su respiración puede haber contribuído (aunque no existe ningún estudio en la Cordillera al respecto). Sin embargo, no debemos olvidar el alto furtivismo que sigue siendo importante en ciertas zonas de la Cordillera (sobre todo en aquellas donde los cazadores no realizan las cacerías acompañadas de un guarda, por ejemplo Alto Sil). Es cierto que se ven muchos menos corzos, pero llama la atención que sobre todo se vean muchos menos machos (lo que podría indicar claramente los efectos del furtivismo, a pesar de que generalmente las hembras sean más abundantes que los machos en muchas poblaciones animales).
Joven macho de corzo (Capreolus capreolus) asomado entre unas escobas.
Los corzos han sabido adaptarse a gran cantidad de ambientes (a pesar de recibir el pseudónimo de "duendes del bosque"). Podemos ver corzos en lo más profundo de un hayedo, pero también en la mitad de un trigal castellano o en un piornal subalpino. El pelaje de los corzos luce grisáceo y espeso en invierno mientras que se torna rojizo y fino en verano. Nunca dejará de sorprenderme como la fauna es capaz de soportar las inclemencias más severas de la naturaleza, desde intensas nevadas en invierno hasta calurosos días en verano y la Cordillera es un lugar donde podemos observar perfectamente este tipo de contrastes.
Hembra de corzo (Capreolus capreolus) con pelaje de verano junto a unas brecinas floridas.
Pareja de corzos (Capreolus capreolus) con pelaje invernal. A principios del invierno los machos de corzo pierden las cuernas, sin embargo en la fotografía se aprecia claramente el mechón de pelos del pene en el primer ejemplar.
Como dije anteriormente también los ciervos (Cervus elaphus) utilizan los matorrales frecuentemente para descansar, alimentarse y también durante la berrea. El descaro de estos animales durante la época de celo contrasta notablemente con su timidez durante el resto del año. La berrea supone un desgaste muy importante para estos animales y lleva mucho tiempo el recuperarse. A principios de la primavera pierden sus cuernas y se ven indefensos, saliendo a alimentarse al amparo del atardecer y utilizando la noche como refugio.
Macho de ciervo (Cervus elaphus) berrando en Septiembre en un ambiente de matorral.
Hembras de ciervo (Cervus elaphus) corriendo en un brezal cubierto de nieve a principios de la primavera.
Macho de ciervo (Cervus elaphus) campeando en una zona de matorral pocas semanas antes de la berrea.
Otro rey indiscutible de los matorrales es el jabalí (Sus scrofa). Su cuerpo compacto y aeródinámico esta perfectamente adaptado para adentrarse en lo más espeso de piornales, escobales e incluso zarzales y acebales. Su gruesa piel los protege de cualquier tipo de daño y los convierte en fieras tanquetas que utilizan su hocico para detectar raíces y otros alimentos a los que acceden hozando el terreno.
Jabalí (Sus scrofa) en el límite de un piornal al atardecer.
Al contrario de lo que sucede con los corzos, las poblaciones de jabalí han aumentado de forma importante en las últimas décadas en ciertas zonas de la Cordillera. Como curiosidad, mi padre me cuenta que cuando él era joven eran muy pocos los jabalíes que se veían en el noroccidente leonés y los cazadores de la zona bajaban al Bierzo a cazar jabalíes ya que allí eran más abundantes. Resulta increíble que esto fuese así viendo las densidades de jabalí que albergan hoy en día ciertas zonas de estas montañas. Si la gestión o percepción de especies como el lobo ibérico, controlador natural de las poblaciones de jabalí, fuesen las adecuadas, otro gallo nos cantaría y me aventuro a decir que la salud de los ecosistemas sería plena.
Hembra de jabalí (Sus scrofa) hozando en busca de alimento mientras un rayón la imita a su lado.
Hembras de jabalí (Sus scrofa) con rayones.
Un ejemplo superlativo del nivel de cinismo de ciertos sectores se ejemplifica con los casos de daños por causa del jabalí. Resulta que muchos ganaderos acusan al lobo de ser el causante del declive del sector, de acabar con su forma de vida e incluso me atrevería decir que lo llegan a acusar de la calvicie de más de uno. Sin embargo, con los datos encima de la mesa, los jabalíes pueden ocasionar pérdidas mayores a las que causa el lobo en términos económicos. Sin embargo el lobo es el demonio y los jabalíes no hacen nada ya que como pueden acribillarse a tiros cuantos más haya mejor. Con los datos encima de la mesa por cada euro que se gasta en compensar daños de lobo se gastan 10 en compensar daños de otras especies, por lo que al Estado le saldría mucho más barato mantener buenas poblaciones de lobo que las altas densidades de ungulados que aparecen en muchas zonas. Sin embargo, este tipo de información no aparece en los periódicos. En los casos en los que se reconocen los daños de jabalí los lobos también son culpables de ello según ciertos sectores. Recientemente leí una noticia (la cual no soy capaz de encontrar para colocar aqui el link) en la que los cazadores aseguraban que los lobos distribuídos en las zonas altas hacían que los jabalíes se refugiasen en los valles para evitar los ataques y así causaban daños importantes en los cultivos. Provoca vergüenza ajena sólo con leerla. Cada uno que saque sus propias conclusiones en lo que respecta a este asunto, pero yo lo veo muy claro.
Y ya que estamos con el lobo, los ambientes de matorral también son utilizados por esta especie regularmente. Es lógico que al albergar numeros importantes de individuos de especies presa (liebres, corzos, ciervos o jabalíes) el lobo encuentre en los matorrales cantábricos una despensa a la que recurrir en busca de alimento. También suelen utilizar este tipo de zonas para ubicar la lobera donde parirán a sus cachorros en primavera.
Lobo ibérico (Canis lupus) en un brezal cantábrico de la Cordillera.
Tras numerosos amaneceres en zonas adecuadas un día el majestuoso carnívoro nos deleitará con su silueta cruzando un claro al abandonar brevemente la espesura. El ejemplar de la fotografía fue descubierto un amanecer mientras se alimentaba de la pata de un ungulado (posiblemente un rebeco) tumbado entre las arandaneras. Un grupo de rebecos vigilaba los movimientos del cánido mientras este mordisqueaba insistentemente el resto animal. Al empezar a calentar el sol el animal se levantó y se refugió en un piornal cercano no sin antes haber cogido la pata entre sus fauces. Las fotografías fueron tomadas a mucha distancia y tienen un recorte considerable para evitar cualquier tipo de molestia.
Lobo ibérico (Canis lupus) tumbado entre las arandaneras al amanecer.
Lobo ibérico (Canis lupus) cargando con la pata de un ungulado al amanecer.
También el mayor carnívoro de la península utiliza de forma habitual los ecosistemas de matorral en la Cordillera. El oso pardo campea durante el celo primaveral en zonas de piornal y escobal y a finales de verano es habitual su presencia en las matas de arándano. Los que hayáis hecho esperas a la especie os habréis preguntado seguramente como es posible que un animal de semejante tamaño pueda desaparecer en medio de cuatro escobas mal puestas. Y es que es habitual que los osos pardos encamen con la salida del sol en cualquier lugar, resultando imposible creer que desaparezca ante nuestros ojos en un ambiente aparentemente limpio de maleza.
Oso pardo cantábrico (Ursus arctos cantabricus) asomado en una escarpada ladera compuesta de peña y matorral.
Prácticamente todos los carnívoros utilizan los tupidos matorrales en algún momento. Desde zorros a tejones, pasando por martas y garduñas son buenos amigos de campear entre los arbustos. Por supuesto, el gato montés también encuentra refugio en este tipo de ambientes siendo además unos de los más utilizados por la especie. Obviamente la estructura en mosaico ya explicada para otras especies es esencial a la hora de reunir los requisitos necesarios. Ratones, topillos, ratas toperas y pequeñas o medianas aves utilizan también los piornales por lo que alimento no faltará para aquellos que tengan a estas especies como componentes habituales de su dieta.
Gato montés (Felis silvestris) descansando al sol en un piornal.
También algunos reptiles están presentes en estas formaciones impenetrables para el hombre. Víboras de Seoane (Vipera seoanei) y lagartos verdinegros (Lacerta schreiberi) se refugian entre la maleza y se solean en la base de los piornos o encaramados a sus ramas.
Víbora de Seoane (Vipera seoanei) soleándose al amanecer bajo una escoba seca.
Detalle de la hembra de Víbora de Seoane (Vípera seoanei).
Joven lagarto verdinegro (Lacerta schreiberi) soleándose al amanecer sobre un piorno seco.
Como hemos visto en este repaso por los ecosistemas de matorral de la Cordillera Cantábrica, lejos de ser lugares sin vida e inútiles, son refugio y hábitat de gran multitud de especies, algunas muy importantes a nivel estatal o mundial. Por ello, espero que con estas entradas os hayáis acercado un poco más a este tipo de ambientes y sean valorados como les corresponde.