Si observando zonas abiertas de la montaña o de los llanos véis una rapaz de grandes alas que planea como si fuese una cometa con sus ojos clavados continuamente en el suelo en busca de alimento, seguramente estéis viendo un aguilucho. Si además presenta una tonalidad grisacea (en caso de que sea macho) o bien parda (en caso de ser hembra) ya habéis cerrado un poco el círculo y seguramente sea un aguilucho cenizo (Cyrcus pygargus) o bien pálido (Cyrcus cyaneus). Es entonces cuando hay que fijarse en los detalles, que bien podrían formar parte de una clave dicotómica, para diferenciar a estas especies. En el caso de que sea un macho nos fijaremos si presenta una franja negra en la parte dorsal de las alas, si la presenta es un aguilucho cenizo. Además su pecho presenta barras de colores marrón claro y gris alternas sobre un fondo claro. El pálido tiene el dorso uniforme al igual que el pecho, que es gris liso. En el caso de que sea una hembra o un juvenil nos fijaremos en el número de primarias que son bien visibles. En el caso de que veamos 5 (como si fuesen los 5 dedos de una mano) será un aguilucho pálido. En el caso de que sólo veamos 4 estaremos ante un aguilucho cenizo. También podemos ver en nuestras latitudes muy raramente algún aguilucho papialbo (Cyrcus macrourus) pero no es demasiado habitual que crucen la Cordillera asique los dejo al margen.
Hembra de aguilucho cenizo (Cyrcus pygargus) con las características mencionadas antes. 4 primarias marcadas.
Macho de aguilucho cenizo (Cyrcus pygargus) donde podemos ver los caracteres típicos de la especie (4 primarias, franja dorsal oscura y pecho con alguna mancha marrón)
Cuando pensamos en este animal solemos asociar su silueta a los campos de cultivo y a vastos llanos donde estas aves aprovechan para criar en el suelo entre los cereales, hecho peligroso para las mismas ya que durante la cosecha sus nidos corren serio peligro. Sin embargo, yo me he familiarizado con verlos a menudo en algunos prados y laderas de brezo de la Cordillera Cantábrica, alcanzando incluso los 1900 msnm. El hecho de vivir en un lugar como León donde tenemos en la región sur amplias zonas de cultivo y en el norte escarpadas montañas hace que podamos observar al mismo animal desarrollando su ciclo vital en entornos muy diferentes y sin embargo con éxito en ambos lugares.
Hembra de aguilucho cenizo buscando alimento en un prado de la Cordillera Cantábrica.
La capacidad de vuelo de estas aves es extraordinaria ya que presentan una agilidad envidiable. Los que hayáis tenido ocasión de observar la parada nupcial de estos aguiluchos sabréis de lo que hablo ya que el macho le pasa presas a la hembra en vuelo con unas cabriolas dignas solamente de una rapaz tan estilizada como esta. Pueden volar con el viento de cara mientras sus ojos analizan cualquier resquicio del sustrato esperando encontrarse grandes ortópteros como grillos o saltamontes, o algún roedor, elementos base de su alimentación.
Hembra de aguilucho cenizo barriendo el terreno. En esta imagen se aprecia lo estilizado de esta rapaz.
Intentando fotografiar vuelos de estos aguiluchos hay que armarse de paciencia ya que el enfoque se vuelve loco cuando el animal vuela con un fondo terrestre, sin embargo es toda una satisfacción cuando una de las tomas queda aceptable. Observándolos, barren la superficie herbácea por completo con la eficacia de una segadora. Vuelan sobre una linea de terreno, entonces se dejan llevar para comenzar por la linea paralela a la anterior, así sucesivamente hasta que completan todo el área. Al finalizar su jornada de caza buscan un lugar seguro donde pasar la noche, en los brezales de la Cordillera o en los rastrojos de los llanos.
Machos de aguilucho cenizo preparados para pasar la noche en el páramo leonés.
Vuelvo ahora a la descripición que encabeza esta entrada sobre el aguilucho cenizo. Y es que en la naturaleza no existen los Dogmas y es muy complicado que algo sea 100% predecible. Es por ello que no todos los aguiluchos cenizos se ajustan a todos los caracteres descritos anteriormente. Esta especie presenta muy frecuentemente melanismo, es decir, un exceso de melanina en su plumaje, lo que lo torna oscuro (marron oscuro y negro). Sin embargo no por ello deja de ser un aguilucho cenizo. La verdad es que en la zona de la Cordillera donde veo mayor cantidad de aguiluchos cenizos observo el mismo número de machos melánicos que de coloración normal. Pasa lo mismo en la zona del sur de León que suelo visitar.
Aguilucho cenizo melánico posado en el páramo leonés.
La entrada ha sido más breve de lo normal, no obstante espero que os haya gustado. Un saludo.
jueves, 17 de mayo de 2012
martes, 8 de mayo de 2012
Primavera invernal: Treparriscos y otros.
Esta primavera ha venido más invernal de lo normal y eso hace que podamos observar escenas poco usuales para la época en la que estamos, ya que podemos ver a ciertas especies sobre un manto blanco, cuando normalmente acostumbramos a observarlas entre las herbáceas floridas de los prados cantábricos. Los pasados temporales que cubrieron de nieve las montañas cantábricas el pasado Abril, coincidieron con una de las épocas más importantes de migración de aves en la región Paleártica y es que las especies que invernaron en estas latitudes toman rumbo norte hacia sus colonias de cría, mientras que las que nos abandonaron durante el invierno buscando el calor del sur, vuelven a las montañas de la cordillera a reproducirse. Es por tanto un momento de encuentros entre unos que llegan y otros que se van y este año fueron especiales por las nevadas que servían como telón de fondo a dichas situaciones.
Las collalbas grises recién llegadas de África se encontraron con unas temperaturas más bajas de las esperadas y el hecho de que la nieve cubriese los prados y laderas de alimentación que suele utilizar esta especie, hizo que se aproximasen a zonas donde la nieve no cuaja. Un ejemplo de ello son las carreteras que al conservar el calor, facilitan la fusión de la nieve y también las pequeñas presas de agua que circulan en torno a las mismas donde aparte de no haber nieve, hay invertebrados que sirven a estas aves como fuente de proteínas. El día en que realicé la fotografía conté 12 ejemplares en 200 m de carretera para dar una idea del uso de estas zonas en los temporales.
Collalba gris (Oenanthe oenanthe) aguantando el temporal.
Otros que llegan a la Cordillera Cantábrica son los pechiazules (Luscinia svecica), pero estos no pasaron el invierno en África, sino que lo hicieron normalmente en zonas costeras y humedales de la península donde es más fácil el sustento alimenticio en la época invernal. Vuelven a las montañas luciendo su plumaje nupcial, mucho más llamativo que el de invierno y buscando zonas de alta montaña donde reproducirse y alimentar a su prole. Sin embargo la nieve hace que, al igual que las collalbas, busquen zonas sin nieve donde comer y aguantar el temporal.
Pechiazul (Luscinia svecica)
Es fácil ver cigúeñas sobre los prados nevados en la cordillera ya que estas regresan a las zonas de cría de la misma cada vez antes y es normal ver cigüeñas en Enero y Febrero, época en la que todavía nieva con fuerza normalmente en estas montañas. Aunque estas aves utilicen las zonas encharcadas durante todo el año para alimentarse de lombrices y anfibios, bajo la nieve es aún más fácil verlas en estas zonas ya que lo demás aparece completamente ocupado por la gruesa capa de nieve.
Cigúeña blanca (Ciconia ciconia)
Me sorprendió en esos días de temporal la cantidad de alondras (Alauda arvensis) que pude observar. Son aves que en la cordillera suelen distribuirse en laderas despejadas a bastante altitud aunque también ocupan zonas de cultivos no tan altas como por ejemplo en la comarca de Babia. Sin embargo, tras el temporal, bandos de incluso 10 ejemplares correteaban por los lugares donde asomaba la hierba. La nieve da mucho juego fotográficamente hablando ya que especies que pueden parecer comunes, hacen especial una fotografía por el mero hecho de haber nieve.
Alondra común (Alauda arvensis)
Ya que hemos hablado un poco de los que llegan, es el turno ahora de los que nos abandonan en primavera. Un ejemplo es el esmerejón. Esta rapaz de pequeño tamaño no es abundante como invernante en la cordillera, sin embargo puede verse en los pasos bien hacia el sur cuando se dirige a los llanos castellanos donde pasará el invierno o bien hacia el norte cuando regresa a sus zonas de reproducción al norte de Europa. En mi última observación de un esmerejón, este aguantaba la nevada estoicamente perchado sobre un árbol en la linde de un prado cantábrico. A pesar del tamaño de la imagen se puede apreciar que este macho ya ha mudado gran parte de su plumaje, presentando parte de la nuca de un tono rojizo y el dorso totalmente plomizo.
Esmerejón (Falco columbarius) bajo la nieve en el mes de Abril.
Otro de los animales que también se desplaza como consecuencia de las nieves y los temporales es el treparriscos (Tichodroma muraria) ya que realiza migraciones altitudinales en invierno llegando incluso a pasar el invierno en acantilados costeros del cantábrico o bien en las paredes de las casas de ciertos pueblos. Este último temporal hizo que algunos treparriscos apareciesen a cotas algo más bajas de las esperadas para la época en la que estamos. Concretamente fueron dos ejemplares de los que disfruté en una profunda garganta de estas montañas. El ave que recuerda a una mariposa, con largas uñas para aferrarse a los farallones calizos y pico largo para encontrar a los invertebrados que le sirven de sustento entre las grietas rocosas, ajitaba sus alas rojizas mientras se desplazaba de forma vertical por el paredón.
Treparriscos (Trichodroma muraria)
Observaba a el ejemplar de la fotografía cuando otro individuo entró en escena provocando una confrontación alada junto a la roca viva. Caminaban verticalmente por la vertical rocosa para de golpe dejarse caer cerca del punto de inicio de su transecto y volver a ascender. Así continuamente indagando en todas las esquinas en busca de alimento. Podían cambiar de una cara a otra de la garganta dejando ver sus alas ligeramente redondeadas y adornadas por motas blancas. A cierta distancia es complicado apreciar el tono rojizo de las mismas a simple vista y sólo destacan las manchas claras sobre un fondo más oscuro.
Treparriscos (Trichodroma muraria), en esta fotografía se aprecian las largas uñas.
Treparriscos (Tichodroma muraria)
Imágenes de treparriscos con las alas extendidas. A medida que ascienden realizan una especie de ligera sacudida de las alas.
En esta imagen se pueden ver los 2 ejemplares de treparriscos observados uno en cada esquina de la imagen.
Parece que el tiempo mejorará a partir del miércoles asique esperemos que todo vaya volviendo a ser algo más acorde a la época en la que estamos y ya de paso nos deje campear un poco sin calarnos hasta la médula. Espero que os guste la entrada y un saludo.
Las collalbas grises recién llegadas de África se encontraron con unas temperaturas más bajas de las esperadas y el hecho de que la nieve cubriese los prados y laderas de alimentación que suele utilizar esta especie, hizo que se aproximasen a zonas donde la nieve no cuaja. Un ejemplo de ello son las carreteras que al conservar el calor, facilitan la fusión de la nieve y también las pequeñas presas de agua que circulan en torno a las mismas donde aparte de no haber nieve, hay invertebrados que sirven a estas aves como fuente de proteínas. El día en que realicé la fotografía conté 12 ejemplares en 200 m de carretera para dar una idea del uso de estas zonas en los temporales.
Collalba gris (Oenanthe oenanthe) aguantando el temporal.
Otros que llegan a la Cordillera Cantábrica son los pechiazules (Luscinia svecica), pero estos no pasaron el invierno en África, sino que lo hicieron normalmente en zonas costeras y humedales de la península donde es más fácil el sustento alimenticio en la época invernal. Vuelven a las montañas luciendo su plumaje nupcial, mucho más llamativo que el de invierno y buscando zonas de alta montaña donde reproducirse y alimentar a su prole. Sin embargo la nieve hace que, al igual que las collalbas, busquen zonas sin nieve donde comer y aguantar el temporal.
Pechiazul (Luscinia svecica)
Es fácil ver cigúeñas sobre los prados nevados en la cordillera ya que estas regresan a las zonas de cría de la misma cada vez antes y es normal ver cigüeñas en Enero y Febrero, época en la que todavía nieva con fuerza normalmente en estas montañas. Aunque estas aves utilicen las zonas encharcadas durante todo el año para alimentarse de lombrices y anfibios, bajo la nieve es aún más fácil verlas en estas zonas ya que lo demás aparece completamente ocupado por la gruesa capa de nieve.
Cigúeña blanca (Ciconia ciconia)
Me sorprendió en esos días de temporal la cantidad de alondras (Alauda arvensis) que pude observar. Son aves que en la cordillera suelen distribuirse en laderas despejadas a bastante altitud aunque también ocupan zonas de cultivos no tan altas como por ejemplo en la comarca de Babia. Sin embargo, tras el temporal, bandos de incluso 10 ejemplares correteaban por los lugares donde asomaba la hierba. La nieve da mucho juego fotográficamente hablando ya que especies que pueden parecer comunes, hacen especial una fotografía por el mero hecho de haber nieve.
Alondra común (Alauda arvensis)
Ya que hemos hablado un poco de los que llegan, es el turno ahora de los que nos abandonan en primavera. Un ejemplo es el esmerejón. Esta rapaz de pequeño tamaño no es abundante como invernante en la cordillera, sin embargo puede verse en los pasos bien hacia el sur cuando se dirige a los llanos castellanos donde pasará el invierno o bien hacia el norte cuando regresa a sus zonas de reproducción al norte de Europa. En mi última observación de un esmerejón, este aguantaba la nevada estoicamente perchado sobre un árbol en la linde de un prado cantábrico. A pesar del tamaño de la imagen se puede apreciar que este macho ya ha mudado gran parte de su plumaje, presentando parte de la nuca de un tono rojizo y el dorso totalmente plomizo.
Esmerejón (Falco columbarius) bajo la nieve en el mes de Abril.
Otro de los animales que también se desplaza como consecuencia de las nieves y los temporales es el treparriscos (Tichodroma muraria) ya que realiza migraciones altitudinales en invierno llegando incluso a pasar el invierno en acantilados costeros del cantábrico o bien en las paredes de las casas de ciertos pueblos. Este último temporal hizo que algunos treparriscos apareciesen a cotas algo más bajas de las esperadas para la época en la que estamos. Concretamente fueron dos ejemplares de los que disfruté en una profunda garganta de estas montañas. El ave que recuerda a una mariposa, con largas uñas para aferrarse a los farallones calizos y pico largo para encontrar a los invertebrados que le sirven de sustento entre las grietas rocosas, ajitaba sus alas rojizas mientras se desplazaba de forma vertical por el paredón.
Treparriscos (Trichodroma muraria)
Observaba a el ejemplar de la fotografía cuando otro individuo entró en escena provocando una confrontación alada junto a la roca viva. Caminaban verticalmente por la vertical rocosa para de golpe dejarse caer cerca del punto de inicio de su transecto y volver a ascender. Así continuamente indagando en todas las esquinas en busca de alimento. Podían cambiar de una cara a otra de la garganta dejando ver sus alas ligeramente redondeadas y adornadas por motas blancas. A cierta distancia es complicado apreciar el tono rojizo de las mismas a simple vista y sólo destacan las manchas claras sobre un fondo más oscuro.
Treparriscos (Trichodroma muraria), en esta fotografía se aprecian las largas uñas.
Treparriscos (Tichodroma muraria)
Imágenes de treparriscos con las alas extendidas. A medida que ascienden realizan una especie de ligera sacudida de las alas.
En esta imagen se pueden ver los 2 ejemplares de treparriscos observados uno en cada esquina de la imagen.
Parece que el tiempo mejorará a partir del miércoles asique esperemos que todo vaya volviendo a ser algo más acorde a la época en la que estamos y ya de paso nos deje campear un poco sin calarnos hasta la médula. Espero que os guste la entrada y un saludo.
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