miércoles, 5 de marzo de 2008

Furtivos, turistas y trampas acechan a los osos pardos del Cantábrico

10.000 imágenes captadas en una década revelan la vida de plantígrados

Furtivos paseándose por zonas protegidas con la escopeta en ristre, oseznos escuálidos por la falta de carne de carroña para comer, corpulentos ejemplares de plantígrados mutilados o con marcas de lazos de acero en el cuerpo. El seguimiento fotográfico realizado por el Fondo para la Protección de los Animales Salvajes (FAPAS) ha revelado muchos de los misterios de la vida de los osos pardos (Ursus arctos) de la Cordillera Cantábrica y, lo más inquietante, también los peligros que los acechan.

Después de 10 años de batidas por el monte, y con más de 10.000 instantáneas 'cazadas' por las cámaras bajo el camuflaje de un árbol o unas hojas secas, los retratos de estos portentosos mamíferos han ayudado a conocer dónde desarrollan los celos, el estado de salud de las hembras y el índice de supervivencia de sus crías o qué otros animales salvajes comparten el mismo entorno.

Clara Casanova, técnica del FAPAS, reconoce que este material gráfico ha sido de gran ayuda para identificar y poner cara a los ejemplares de las dos poblaciones existentes en la zona: la occidental, con un centenar de miembros, y la oriental, con una treintena.

A veces, por una mancha en la piel o una huella. En otras ocasiones, gracias a análisis del ADN de pelos que aparecen en el mismo lugar de las fotos y el mismo día.

"Con este proyecto comprobamos que ni el furtivismo ni los lazos están erradicados, aunque son ilegales. Algunos de estos lazos son para jabalíes, pero el oso cae también en la trampa, como también se envenenan con productos destinados a otros. Las fotos han servido para que se intensifique la vigilancia en la zona", asegura.

Tristes son también las de crías famélicas por falta de alimento. Casanova explica que "desde que en 2002 se prohibió dejar los animales muertos en muladares, por el tema de las 'vacas locas', los osos se han quedado sin comida porque son más carroñeros que cazadores. De hecho desde entonces han aumentado un 300% los ataques a colmenas".

Por ello, recuerda, desde su organización se defiende una excepción a la Ley sanitaria. "Va contra la conservación de especies amenazadas, que se defiende en otras normativas", apunta.

Hasta el 28 de marzo, La Casa Encendida de Madrid expone 30 de las imágenes más impactantes captadas por las 24 cámaras escondidas entre la maleza del Parque Natural de Somiedo, Belmonte y el Valle de Proaza. También se ha grabado un documental sobre el desarrollo del trabajo.

Sistemas de seguimiento
Tres son los sistemas automáticos que FAPAS ha puesto en marcha, gracias al apoyo de la Obra Social Caja Madrid: las cámaras que se disparan al pisar un pedal, que se esconden cerca de árboles donde los osos van a rascarse, las que llevan sensores de movimiento, que funcionan a su paso; y las cámaras con infrarrojos, que se sitúan junto a carroña dejada en los senderos.

Como no son digitales, cada 15 días hay que pasar a cambiar el carrete. "Las digitales tienen demasiado retardo al disparar o son demasiado caras. Además, algunas nos las quitan", denuncia Casanova. Pese a ello, el objetivo final, con la ayuda de la Obra Social, es terminar digitalizando todas.

Pero además de pillar a furtivos o a excursionistas que se cuelan en zonas protegidas –y se pasean por zonas de reproducción o alimentación–, el proyecto ha servido para conocer que las osas se quedan durante años en la misma zona, para comprobar cómo ha crecido la población de jabalíes en la última década o para averiguar cómo se va extendiendo el territorio ocupado por los machos, pese a infraestructuras que entorpecen su camino. "Obras como la estación de esquí de San Glorio les afectan mucho porque tienen menos espacio para moverse", concluye Casanova.


Fuente:http://elmundo.es/elmundo/2008/03/04/ciencia/1204655415.html

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